«[la gloria] me
parece que es un derecho que uno compra en la librería.»
«El acto de
locura por el que se ven todas las perfecciones en el objeto amado de llama cristalización
en el círculo de (...)»
«Observé una
vez cómo un pastor de los chalés suizos se pasaba tres horas con los brazos
cruzados, contemplando las cimas cubiertas de nieve del Jungfrau. Para él, era
una música. Mi ignorancia me acerca a menudo al estado de aquel pastor.»
«Mi emoción es
tan profunda, que casi roza la piedad. La religiosa oscuridad de la iglesia, la
sencilla carpintería de su techumbre, su fachada sin terminar, todo ello habla
intensamente a mí alma.»
«Me conduce
hasta allí y me deja solo. Allí, sentado en el reclinatorio, la cabeza echada
hacia atrás y apoyada en el respaldo para poder mirar al techo, las Sibilas
de Volerrano me proporcionaron seguramente el placer más intenso que me haya
dado nunca la pintura. Estaba ya en una especie de éxtasis por la idea de estar
en Florencia y por la proximidad de los grandes hombres cuyas tumbas acababa de
ver. Absorto en la contemplación de la belleza sublime, la veía de cerca, la
tocaba por decirlo así. Había llegado a ese punto de emoción en el que convergen
las sensaciones celestes provocadas por las bellas artes y los
sentimientos apasionados. Al salir de Santa Croce, el corazón me
palpitaba con fuerza, eso que llaman nervios en Berlín; la vida se había
agotado en mí, caminaba con miedo a derrumbarme.»
«Tras salir de San
Lorenzo, erraba al azar por las calles; contemplaba, sumido en una emoción
muda y profunda (los ojos muy abiertos y sin poder hablar), aquellos palacios
(...): son fortalezas.»
«Me sentía
feliz de no conocer a nadie, y de no temer verme obligado a hablar. Esta
arquitectura en la Edad Media se ha apoderado de toda mi alma; creía estar
viviendo con el Dante. Seguramente hoy no me han venido a la cabeza ni diez
ideas que no pudiera traducir con un verso de aquel gran hombre. Me da vergüenza
contar estas cosas, me harán pasar por un egotista.»
«como si me
hubiese podido cruzar con ellos a la vuelta de cualquier calle, evito dirigir
la mirada a los hombrecillos borrosos que pasan por estas calles sublimes,
impregnadas aún de las pasiones de la Edad Media.»
«Uno ve las
obras maestras de las artes alumbradas por la energía de las pasiones, y cómo
después todo se vuelve insignificante, mezquino, deformado, cuando la tempestad
de las pasiones deja de inflar la vela que debe poner en movimiento el alma
humana, tan impotente cuando está sin pasiones, es decir sin vicios ni
virtudes.»
Roma, Nápoles y Florencia. Stendhal.
– Editorial Pre-textos
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