«(época, (...),
en la que de ciento veinte mil habitantes, no había cuarenta que le encontrasen
gusto a pensar; la mesa y la voluptuosidad eran sus dioses)»
«Encuentro en
ellos una profusión de columnas, y, para mí, las columnas son en arquitectura
lo que el canto es a la música.»
«Hay que
marcharse, cosa que lamento mucho; hago mis últimas visitas a los monumentos. (Le
ahorro al lector descripciones de cuadros, tan insignificantes para quien no
los ha visto, pero que a mí me complacía poner por escrito en el momento.)»
«Los hombres
fuertes de este país desdeñan los lugares comunes, tienen el valor de exponer
las ideas que son suyas personales; se aburrían repitiendo las otras.»
«Sueñan con los
honores, en lugar de no pedirle la felicidad más que a su paleta o a su cincel.»
«Si el arte del
pintor pudiera reflejar la amabilidad perfecta, sin la sombra de la afectación
o del lugar común, el ingenio vivo, brillante, original, que no repite nunca lo
que se ha dicho o escrito,»
«Deseo ser
breve y claro. Si echara mano de aparato inatacable de las formas dubitativas y
modestas que tanto convienen a mi ignorancia, este viaje tendría tres
volúmenes, y seria seis veces más aburrido. En los tiempos que corren, la brevedad
es la única señal de respeto apreciada por el público. No pretendo decir lo que
son la cosas, cuento la sensación que causaron en mí.»
«Es sabido que
las cartas de amor, y a veces la conversación tierna de las mujeres letradas,
no son, en general, más que un centón de las novelas que admiran. ¿Será por
esto por lo que son menos mujeres que todas las demás, y tan ridículas?»
«El italiano,
que lee poco y con desconfianza, se instruye ante todo por medio de los viajes.»
«Todo está
perdido si causa disgusto por charlatán, mientras que no hay ningún peligro en
parecer silencioso. »
«La
desesperación por amor es aquí ni más ni menos que las viruelas del alma; hay
que pasar por ellas.»
«Un alma
alocada, soñadora y profundamente sensible es aún más indispensable que una
buena cabeza para atreverse a abrir la boca acerca de las estatuas.»
Roma, Nápoles y Florencia. Stendhal.
– Editorial Pre-textos
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